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 | Por Father Mike Schmitz

¿Cómo sé si es Dios quien me habla?

He estado rezando e intentando acercarme a Dios. Pero a veces no sé si lo que estoy pensando es realmente la voz de Dios o si son sólo mis propios pensamientos. ¿Hay alguna forma de saberlo?

Es una pregunta fantástica. Sabemos que el secreto de la santidad no se encuentra en realizar tareas notables o en lograr hazañas fenomenales para Dios. El secreto de la santidad se encuentra simplemente en hacer la voluntad de Dios, la cual puede ser algo extremo, pero lo más probable es que sea sencilla y factible. Otra forma de decirlo es que la voluntad de Dios suele ser “local”: rara vez tienes que salir de casa para llevarla a cabo. Santa Teresa de Calcuta lo decía así: “Quédate donde estás. Encuentra tu propia Calcuta. Encuentra a los enfermos, a los que sufren y a los que están solos allí donde estás: en sus propias casas y en sus propias familias, en sus lugares de trabajo y en sus escuelas”.

Si es así, lo más probable es que Dios quiera que seas santo justo donde estás. En otras palabras, puedes encontrar la voluntad de Dios aquí y ahora.

En primer lugar, tenemos que recordar que hay muchas voces en nuestras vidas. Las Escrituras incluso identificarían algunas de las voces engañosas (o tentaciones) en nuestras vidas como procedentes de una de estas tres fuentes: el mundo, la carne y el diablo. Sabemos que existe el “sentido común”, que a menudo puede ser útil. Pero también existe “la sabiduría del mundo”, que no suele ver las cosas como las ve Dios.

Por ejemplo, la sabiduría del mundo podría observar a alguien con problemas médicos graves y llegar a la conclusión de que lo más “compasivo” para esa persona sería acabar prematuramente con su vida y “evitarle” más sufrimiento. Esto sería malo y erróneo. La sabiduría de Dios revela que cada vida importa, sin importar el sufrimiento. La sabiduría de Dios revela que el poder se encuentra en unir nuestro sufrimiento al de Cristo. Por ello, debemos desconfiar de la voz del mundo.

También está “la carne”. Cuando las Escrituras hablan de “la carne”, se refieren a nuestra naturaleza humana caída. Se refieren al hecho de que, a causa del pecado original, todos hemos heredado un corazón roto; hay algo en nosotros que se siente atraído hacia lo que sabemos que nos hace mal. Dado que esto es así, no puedo fiarme simplemente de mis deseos. De hecho, sería prudente examinarlos antes de actuar en consecuencia.

Y está el diablo. Sabemos que Dios creó seres puramente espirituales a los que llamamos ángeles. Y sabemos que cierto número de estos ángeles eligió rebelarse contra Dios y tratar de alejar de él a todos aquellos a quienes Dios ama. Los ángeles de Dios están en nuestras vidas y nos protegen e interceden por nosotros, pero los ángeles caídos invaden nuestras vidas e intentan engañarnos y confundirnos. La suya es una voz de la que también debemos ser conscientes.

Dicho esto, tu pregunta sigue siendo válida. ¿Cómo sabes si algún pensamiento o inspiración para actuar procede de Dios o es sólo una idea tuya? Hay varias preguntas que plantearse y al menos una cosa que hacer para saberlo realmente.

En primer lugar, debemos preguntarnos si esta “voz” va en contra de la palabra de Dios en las Escrituras. Si Dios ya ha revelado su voluntad y su corazón en un área concreta, no se contradecirá. El ejemplo al que siempre vuelvo es que una persona casada no tiene que “discernir” si Dios la llama o no a mantener una relación romántica con alguien que no sea su cónyuge. Dios ha hablado; por tanto, ya sabemos lo que diría sobre ese tema concreto.

La siguiente pregunta está estrechamente relacionada con la primera. También preguntamos si esta “voz” se opone a la enseñanza de la Iglesia católica. Jesucristo fundó la Iglesia católica y prometió guiarla a través del Espíritu Santo hacia toda la verdad. Jesús prometió no abandonarla nunca y que “los que os oyen [a los Apóstoles] me oyen”. Sabemos que la Iglesia católica tiene autoridad sagrada para enseñar de forma definitiva e infalible en nombre de Jesús. Por tanto, cualquier “voz” que oigamos debe ser coherente con la enseñanza de la Iglesia.

Otra pregunta que podemos hacernos es un poco más personal y subjetiva. Invito a la gente que está discerniendo el origen de una voz a preguntarse: “¿A quién suena esa voz?”. Hay muchas ocasiones en las que la voz que oímos en nuestras vidas se parece muchísimo a la de personas que no han tenido en cuenta nuestros intereses. Piensa en algunas de las acusaciones más dolorosas que oyes a lo largo del día. Muchas veces, son cosas que alguien dijo una vez y que se nos quedaron grabadas por alguna razón. Suelen ser duras palabras de acusación que podían tener algo de verdad, pero que eran sobre todo destructivas. Esas palabras pueden tener poder en nuestras vidas, y podemos sentirnos tentados a creerlas. Si la “voz” que oyes en la oración se parece a esas voces de tu pasado, es posible que no proceda de Dios en absoluto.

También podemos llevar nuestra oración a consejeros de confianza para pedirles ayuda y así navegar por las brumosas aguas del discernimiento. Al hacerlo, es importante recordar que no nos acercamos a estas personas como gurús, sino como guías.

En última instancia, la única forma de saber si un determinado impulso, idea o “voz” en la oración procede o no de Dios es actuar en consecuencia. Nunca sabremos realmente lo que Dios nos pide, a menos que estemos dispuestos a movernos. Los cristianos podemos volvernos bastante cerebrales y abstractos en nuestro discernimiento. A veces, sólo necesitamos salir de nuestras cabezas y mover nuestros pies. Y entonces puede que lo sepas. Actuaste y luego te diste cuenta de que esa voz te guiaba bien (o viceversa), y ahora estás mejor equipado para discernir esa voz en el futuro.


El padre Michael Schmitz es director del ministerio para jóvenes y adultos jóvenes de la Diócesis de Duluth y capellán del Newman Center de la Universidad de Minnesota Duluth. Ask Father Mike es una publicación de The Northern Cross.

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